viernes, 7 de octubre de 2011

¡Por la participación y por el sí!

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El movimiento de personas alrededor del globo es una realidad desde que el mundo es mundo. Varios son los motivos que obligan y obligaron al ser humano a movilizarse desde su lugar de origen hacia otros puntos del planeta. Un fenómeno que, evidentemente, y en tanto subsista la raza humana, seguirá caracterizándonos.

Durante mis años de estudiante en el extranjero, cursando Postgrados y Maestrías en los Estados Unidos de América (2000-2003), pude acercarme a las vivencias y realidades de numerosos compatriotas más allá de nuestras fronteras. Conocí de sus sacrificios, alegrías y de la profunda añoranza que, estando lejos, genera el Paraguay. Los domingos de tarde, de merendar chipa con cocido, compartiendo con amigos, "prestándose" un poco del Paraguay por un rato, forman parte, hoy, de mis más queridos recuerdos. También fui un migrante, temporal, pero migrante al fin, en cuyo corazón y sentimientos latía un sentimiento profundamente paraguayo, aún a la distancia de nuestra hermosa tierra guaraní.

Como un estado de "permanente nostalgia", definía nuestro gran escritor y Premio Cervantes, Augusto Roa Bastos, al hecho de vivir fuera de nuestro país, ya sea en un obligado exilio, como le tocó durante muchos años, o como una opción. El exilio político, económico, la búsqueda de oportunidades o de sociedades más tolerantes, las guerras impulsan a muchos ciudadanos del mundo a dejar sus hogares para radicarse en suelo extranjero. Según cifras de las Naciones Unidas, que responden al año 2005, a nivel mundial los migrantes internacionales alcanzaron los 191 millones, cerca del 3 por ciento de la población. La complejidad de nuestras sociedades actuales, acrecienta todavía más este fenómeno, teniendo consecuencias para todos los países involucrados, tanto para los que envían, como para los que reciben a los migrantes. Estas consecuencias implican amenazas y oportunidades. Entre las oportunidades, para los países que reciben, podemos mencionar el incremento de su capital humano y la posibilidad de enriquecer su cultura. Del otro lado, los países de origen pueden recibir remesas y disminuir así la problemática social en sus comunidades.

Según algunos autores, en la actualidad, la causa principal de la migración se encuentra en las estrategias económicas de las familias. La decisión de migrar no es, en su generalidad, individual, sino que se adopta en el seno familiar, que decide enviar a uno o varios de sus miembros a países desarrollados, en tanto otros permanecen en el país, asumiendo otras responsabilidades, lo que nos permite concluir en que no existe un desprendimiento absoluto del país de origen.

Otros datos de interés, recogidos por el mismo estudio, demuestran que del grupo de migrantes, un tercio vive en países en desarrollo y procede de otro país en desarrollo, en tanto que otro tercio vive en un país desarrollado, teniendo su origen en un país en desarrollo. Entonces, los migrantes "Sur-Sur" son tan numerosos como los migrantes "Sur-Norte". Para 2005, Europa fue el continente que recibió a más personas, albergando a un 34 por ciento de los migrantes, por su parte América del Norte (Estados Unidos y Canadá) al 23 por ciento; y Asia al 28. Sólo el 9 por ciento vivía en Africa y el 3 por ciento en América Latina y el Caribe, en tanto que el otro 3 por ciento se radicó en Oceanía. De esta cantidad de migrantes, la mitad son mujeres, siendo ellas la mayoría en países desarrollados.

Todas estas cifras nos permiten acercarnos a una realidad que no es sólo nuestra, sino de todo el mundo, y a la que el recordado Papa peregrino, Juan Pablo II, se refirió, durante la celebración del Jubileo de los emigrantes, en el año 2000: "Ciertamente, en una sociedad como la nuestra, compleja y marcada por múltiples tensiones, la cultura de la acogida se debe conjugar con leyes y normas prudentes y clarividentes, que permitan valorar los aspectos positivos de la movilidad humana, previniendo sus posibles manifestaciones negativas. Esto hará que efectivamente se respete y acoja a todas las personas".


Y a propósito de leyes y normas prudentes y clarividentes, es un tema de gran debate en estos días, el próximo referéndum del domingo 9 de octubre. En esa jornada, paraguayos y paraguayas decidiremos si nuestros compatriotas residentes en el extranjero tendrán o no derecho al voto, así como la posibilidad de optar a algunos cargos electivos. La enmienda es una figura contemplada en el artículo 290 de la Constitución Nacional, que nos brinda la posibilidad de realizar en ella pequeñas modificaciones sin necesidad de convocar a una Convención Nacional Constituyente, como en el caso de la reforma. Varios son los argumentos puestos en la balanza, tanto a favor como en contra. Por un lado, los migrantes compatriotas sostienen que el voto es un derecho que les fue negado en la Constitución del 92, así como también refieren el aporte que los migrantes realizan a nuestro país mediante las remesas que envían a sus familiares, y que, a su vez, movilizan a toda nuestra economía; dato que siempre es más que avalado por las estadísticas. Por otra parte, los argumentos en contra cuestionan el por qué personas que no viven en nuestro suelo, deberían tener el derecho a elegir también a nuestras autoridades; así como el por qué deberían tener la oportunidad de ser ellas mismas elegidas para algunos cargos.

Tuve la oportunidad de reunirme con grupos de migrantes paraguayos, durante algunos viajes al exterior, y en ciertas ocasiones, especialmente invitado para escuchar sus inquietudes. Debo decir en honor a la verdad, que les comprometí mi apoyo a una causa que considero legítima: la de su derecho a elegir a sus autoridades. Es más, he apoyado, primero, en la Comisión de Asuntos Constitucionales y luego, en carácter de vocero de la misma, en su debate ante el pleno del Senado, la realización de la enmienda a la Constitución Nacional, liderando un giro histórico a la posición de la Asociación Nacional Republicana (ANR) en la Constituyente del año 1992. Esto fue apoyado, en forma unánime, por los colegas Senadores. Los paraguayos en el exterior realizan un aporte muy importante a nuestro país y continúan siendo tan connacionales como los que vivimos aquí. Tienen derecho a votar y por eso MI VOTO ES POR EL "SÍ" A LA ENMIENDA CONSTITUCIONAL DEL ARTÍCULO 120 DE LA CONSTITUCIÓN DEL PARAGUAY.

Lo cierto y lo concreto es que, más allá del SÍ o el NO, esta debería ser una oportunidad más de demostrar nuestra capacidad como pueblo cívico y responsable, mediante la masiva concurrencia a las urnas. Por eso, este domingo los espero, ¡para hacernos escuchar! ¡PARTICIPEMOS Y HAGAMOS JUSTICIA CON NUESTROS COMPATRIOTAS EN EL EXTRANJERO! ¡FUERZA PARAGUAY!

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