martes, 8 de junio de 2010

Reforma electoral y hartazgo popular

Fuente: Diario La Nación

Enrique Vargas Peña

Tuvimos, el viernes, una buena discusión de amigos con Mina Feliciángeli, ella desde Radio 1000 y yo desde la 9.70AM, sobre el sistema electoral y el desbloqueo o no de las listas; ella a favor de mantenerlas bloqueadas y yo a favor de desbloquearlas.

Creo que es necesario recordar que nuestro sistema electoral no permite eliminar las listas sábana, pues ellas tienen rango constitucional: el Artículo 118 de la Carta Magna impone la representación proporcional y las listas sábana son parte intrínseca y constituyente de la representación proporcional. No puede haber representación proporcional sin listas.
Nuestras listas, por disposición del Código Electoral, son completas, cerradas y bloqueadas. Esto significa que las listas de candidatos al Senado, por ejemplo, deben tener cuarenta y cinco titulares (completa), cuyo lugar en la lista no se puede cambiar (bloqueada) y que no admiten la incorporación de otra gente distinta a la que está (cerrada).
Modificando la ley, podría ser de listas incompletas, abiertas y desbloqueadas. Pero las dificultades implícitas en un escrutinio eficazmente fiscalizado de un sistema con listas incompletas, abiertas y desbloqueadas son enormes.
Como el valor supremo en una democracia es la registrar la verdadera voluntad popular mediante la fiscalización eficaz de las elecciones, el costo de establecer un sistema de listas abiertas, incompletas y desbloqueadas no justifica, a mi modo de ver, el riesgo de sacrificar la transparencia del escrutinio.
Consecuentemente, la mejor opción práctica viable para mejorar el sistema es el desbloqueo de las listas, es decir dar a los electores la posibilidad de modificar los lugares de los integrantes de las listas.
Creo necesario aclarar que, a mi modo de ver, el sistema de representación proporcional es malo, en cualquiera de sus variables, porque en todas ellas los caciques políticos controlan la integración de las listas.
Las listas de candidatos, aún para las internas de los partidos, las determinan los caciques a puro dedo y de esa capacidad deriva el injusto poder que tienen en nuestro sistema, poder que, vale recordarlo, les permite reducir la calidad de la representación mediante la venta de bancas.
Esto nos lleva al otro problema central de nuestro sistema electoral, el de la financiación política, pero ese asunto no está todavía en revisión y es distinto a este de las listas y por tanto no lo voy a abordar aquí aún.
La representación política del pueblo paraguayo, en el Congreso, en las Juntas departamentales y en las Juntas municipales, es pésima porque los caciques pueden vender las bancas por dinero y tanto el que compra la banca como el que la vende tienen como principal mandante real al que financia la operación y no al pueblo.
Los millonarios que lo son porque roban, o porque evaden, o porque están recaudando en la ilegalidad, podrán seguir, con cualquier cambio que se haga, siendo elegidos -eso es cierto-, pero la diferencia estará en que se verán obligados a gastar su plata malhabida no en alquilar a un cacique, sino en convencer directamente al pueblo.
Como es obvio por sí mismo, ese solo hecho es una mejora sustantiva, pues, en efecto, en las democracias es el pueblo el que debe tener el control.
Permítanme ser grosero: Con los cambios que se proponen no desaparecerá el mafioso, pero el mafioso deberá pagar al pueblo para ser elegido y al pueblo deberá rendir cuentas. Ahora, con el actual sistema el pueblo está ausente y solamente los caciques controlan, en la oscuridad, estas operaciones. Si el pueblo recupera el control, es ya un enorme paso adelante, porque a fin de cuentas, la democracia es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo y no el gobierno de los caciques partidarios.
Con los cambios propuestos tampoco desaparecerán, lastimosamente, los caciques, pero su poder de distorsión quedará disminuido.
Hay tres opciones para el cambio, la de Patria Querida, la de Silvio Ovelar y la de Hugo Estigarribia. Creo que es necesario un esfuerzo de los senadores reformistas para unificar sus proyectos en uno solo con los siguientes criterios.
El primero y principal, es que la reforma debe tener imperio ya para las elecciones municipales, aunque es evidente que por una cuestión de cronograma electoral creo que ya no podrá aplicarse a las internas de los partidos –una disposición transitoria podría obligar a los partidos a incorporar la reforma a partir de sus siguientes internas-.
Segundo, es que la reforma debe, en efecto, abarcar las elecciones nacionales (generales y municipales) y las internas de los partidos. Es en las internas donde empieza la cocinada y ahí hay que abortarla.
Tercero, es que la reforma no debe poner en peligro la eficacia de la fiscalización del escrutinio, por lo que el desbloqueo debería ser limitado a unos pocos de los primeros lugares y no a toda la lista, lo cual es suficiente porque, como me hizo notar Mina, ese desbloqueo parcial ya tiene el efecto de mover a la lista entera.
No sé si los caciques partidarios se están dando cuenta de lo cansada que está la gente de sus abusos; tengo la impresión de que no se están dando cuenta.Les quiero contar que la gente está muy cansada, harta, de sus abusos y que está en manos de los caciques decidir: O se aferran a sus injustos privilegios o, tarde o temprano correrán la suerte de los partidos colombianos, venezolanos, bolivianos o ecuatorianos y serán barridos.

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